Imagina un espacio amplio. Una casa rodeada de mucho pasto donde correr y también muchos árboles. Dentro de la casa se puede ver material didáctico, carteles y visuales adornando las paredes, y post its de todos colores. Entonces empiezan a llegar las personas, no todas se conocen, algunas se saludan familiarmente, pero la mayoría se están viendo por primera vez. Se siente el nerviosismo y la curiosidad, en las diferentes caras puedes ver anticipación y también duda, ¿No sé a qué vengo, no sé qué va a pasar?, son pensamientos colectivos.
Hacemos el llamado y la gente se acerca. Comenzamos con un juego, y nadie se lo espera. Tal vez corremos, unos gritos, muchas risas, algo de confusión, pero al terminar el juego la energía ha cambiado por completo. Las caras tímidas se han transformado, extraños que aún no se conocen bien se ríen y se persiguen, se rompe el hielo. Y luego nos sentamos todas juntas en un círculo, casi siempre en el piso, y nada de que ustedes de ese lado y yo de este, no hay distinción entre presentadores y asistentes. Así se empieza a tejer la confianza. A algunas personas les parece raro, no saben bien qué está pasando, a otras el formato les resuena de inmediato. Poco a poco todas se van dando cuenta que aquí no es un curso donde llegas a sentarte y a tomar muchas notas, a aprender A, luego B y luego C, para luego responder preguntas.
Así es como se ve un primer día en un entrenamiento, o una inmersión para facilitadores de aprendizaje ágil. Un día que está lleno de conexión, de escucha, de juegos y de charlas informales. No se trata de saltar luego luego a la información, si no de ir haciendo preguntas poderosas para descubrir los intereses de las personas y así saber qué ofrecerles en los siguientes días. En esos primeros días rompíamos desde el principio con la idea de tener a un personaje que viene a impartir conocimiento, y más bien empezábamos a sembrar la semilla de la autodirección y la cocreación, pues los siguientes días se iban creando por completo entre el grupo entero.
Al terminar ese primer día, las personas quedaban muy emocionadas, esperando al siguiente para saber que iba a pasar. Tras ese primer retoño de confianza quedaban con una mayor apertura y curiosidad, sabiendo que, si el primer día había sido genial y completamente diferente a lo que se habían esperado, seguramente el segundo sería incluso mejor.
Entonces, con esa actitud y disposición a dejarse sorprender vienen los siguientes días, en los que se va construyendo la experiencia en conjunto, basada en los intereses que expresó el grupo, le vamos dando forma, mientras también tocamos temas específicos y para el día tres vivimos la autodirección al máximo.
Empezamos a hacer los entrenamientos en el 2018 en Xalapa, le dimos un entrenamiento al consejo de visiones de aquel entonces, alguien nos contactó porque les interesaban las herramientas del modelo ágil. Vinieron a Xalapa y se quedaron en la casa de Educambiando. Lo que ellos necesitaban en ese momento era herramientas para organizarse y para manejar los conflictos emergentes. Ese entrenamiento fue el primero que dimos entre los tres, Yeremi, Gainko y yo, fue como un piloto.
Después de esa experiencia fue que lanzamos el primero dirigido a gente de Xalapa para que también pudieran participar las familias que formaban parte de Educambiando. Esto lo hicimos a la par de estar facilitando actividades con los niños y las niñas, y así mientras explicábamos cómo funcionaba el modelo también podían ver cómo lo llevábamos a la práctica en el día a día. Después de esa primera experiencia, comenzamos a viajar mucho y a impartir entrenamientos cada quien por su lado, aunque a veces íbamos en parejas, Yeremi y yo, o Gainko y yo o Yeremi y Gainko, nos buscaban mucho.
En ese entonces a los entrenamientos les decíamos ALF, que después de traducirlo del inglés quiere decir facilitador de aprendizaje ágil, porque así lo aprendimos, y la idea era que estábamos formando facilitadores. Fue un momento de mucha ebullición. Después de vivir un ALF, las personas salían muy emocionadas y con muchas ganas de cambiar al mundo y a la educación. Esto dio como resultado que empezaran a abrirse otros centros, así se sembró la primera semilla. Pero a medida que veíamos como surgían nuevos centros, nos íbamos dando cuenta de que tal vez no los estábamos nombrando bien, porque empezamos a ver que estos nuevos centros se estaban enfrentando a situaciones que eran imposibles abordar en un ALF de una semana. Nos dimos cuenta de que los ALF únicamente abrían la puerta para ver qué más era posible. Se volvió evidente que la magia de estas experiencias estaba en el descubrimiento de muchas nuevas formas, la emotividad, las conexiones, que se establecía una vibración especial entre las personas y se creaba un sueño colectivo, por eso surgía tanta emoción. Pero por muy hermosas que fueran estas experiencias, no preparaban a las personas para todos los retos a los que se iban enfrentar, no les ayudaban realmente a dar el salto, estaba faltando el cómo.
Entonces dejamos de llamarles ALF, porque en este nombre se encontraba la promesa de formar facilitadores, y empezamos a llamarles Inmersiones. Lo que estábamos haciendo era crear una experiencia para conocer el modelo. Por eso creamos la campaña en la que usamos el snorkle como imagen. Porque en ese entonces lo que ofrecíamos era apenas un primer clavado a explorar el modelo, ya que todavía no teníamos documentado todo lo que queríamos compartir sobre lo que realmente significaba llevar un centro de aprendizaje.
Después de un par de años en los que hicimos muchas inmersiones al mismo tiempo que sosteníamos y facilitábamos en Educambiando, empezamos a reconocer como iban creciendo nuestro conocimiento, experiencia y herramientas. Teníamos mucho documentado sobre cómo habíamos implementando procesos y herramientas y los resultados. Conocíamos nuevas formas de colaborar y teníamos acumulado un camino de retos superados que podíamos compartir con el mundo. Podíamos mostrar cómo habíamos ido mejorando formas de hacer las cosas, como por ejemplo el entregar retroalimentaciones a las familias. Entonces pensamos que teníamos suficiente material como para empezar a plasmarlo en documentos escritos y libros de trabajo, cosa que siempre había sido uno de nuestros sueños.
Se volvió evidente que ser un facilitador no es algo que se logra de la noche a la mañana, y que para entrenar a más personas necesitábamos ofrecer algo más completo que ofreciera sostén, un referente y una ruta clara a seguir. Entonces nació CAL, como le decimos de cariño al curso para facilitadores titulado Cocreando Aprendizajes en Libertad.
Además, en este momento recibimos dos donaciones que nos ayudarían a hacer grabaciones más profesionales para crear mejores materiales, de esta manera todo se alineó.
Primero no sabíamos cómo organizarlo, le dimos muchas vueltas, hasta que Rubén nos ayudó a aterrizar en la teoría de la U, la cual nos dio toda la estructura para poder acomodar bien la información. Grabamos todas las sesiones y escribimos todos los librillos, compilamos la bibliografía y buscamos materiales de apoyo. El CAL fue el primer curso que ya podíamos decir ofrecía un entrenamiento más formal para acompañar a alguien que quisiera convertirse en facilitador, con todo y sugerencias para cómo sostener un centro, basado en nuestra propia experiencia trabajando con Educambiando, con mamás y papás y con otros centros emergentes.
Ahora lo único que faltaba era la práctica. Como CAL era completamente virtual, y aunque contaba con sesiones virtuales en vivo donde compartir reflexiones y hacer preguntas, nos empezamos a dar cuenta que a la gente le estaba faltando la magia de las inmersiones y de los ALFs, además de un lugar donde aplicar todos los conceptos aprendidos. Tenían la teoría, pero estaba urgiendo la práctica.
Nuestra primera idea loca fue hacer que vinieran personas a Educambiando a tomar una formación de larga duración, en donde por ocho o nueve meses pudieran realmente absorber toda la teoría del CAL y vivir toda la práctica y experiencia de estar en un centro en funcionamiento. Sin embargo, este era un compromiso imposible para la mayoría de las personas. Al final nos decidimos por hacer algo un poco más accesible, en donde las personas venían a Educambiando durante una semana en tres ocasiones diferentes. Estas Inmersiones las repartimos entre nueve meses, entre las cuales las personas seguían aprendiendo del CAL virtualmente y nos encontrábamos en sesiones en línea para conversar y resolver dudas. Esto era Eduformando.
Al recordar las tres inmersiones presenciales observo una evolución tremenda. La primera vez las personas se veían tímidas, reservadas. Al momento de estar con los niños y las niñas en la comunidad, solo observaban. La segunda, ya empezaron a practicar, empezaron a conectar y a hacer ofrecimientos, empezaron a generar lazos con los niños y las niñas. La tercera vez fue increíble, los resultados de esa inmersión me dejaron super satisfecha. El grupo tenía una cohesión increíble, su seguridad era tangible, y su autodirección, ni se diga. Entonces dimos un paso atrás y dejamos que vivieran su autodirección como grupo junto con los niños y las niñas, se hizo una sinergia, fue un golazo. Eduformando empezó en septiembre 2023 y se acabó en mayo 2024, nueve meses, como un embarazo, y al final fue como dar a luz a los nuevos facilitadores. Reconociendo a personas nuevas, con muchas ganas de hacer un impacto, con perspectivas expandidas, con un nuevo respeto por la educación y la infancia y lo que significa guiar a las nuevas generaciones, y con herramientas para hacerlo posible.
Para mí, todos estos estos años de facilitar entrenamientos han sido tan enriquecedores que casi no tengo palabras para describirlo. Descubrir el gran equipo que hago con Yeremi y Gainko, pero también darme cuenta de que sé cómo acoplarme con otros equipos para hacer buenas mancuernas. Descubrir que puedo trabajar con todo tipo de personas, e ir a lugares nuevos en donde salgo de mi zona de confort, pero aun así me puedo sentir cómoda. Me encanta observarme como una persona adaptable que puede conectar con otras. Estos entrenamientos me han dado el gran regalo de poder observar toda la riqueza que hay en las personas y su diversidad. He visto cómo en tan solo una semana las diferencias dejan de existir incluso cuando cada quien expresa sus opiniones, y lo importante que es hacerlo desde un lugar muy respetuoso, sin esto, no puede existir el espacio seguro. Y son los espacios seguros los que posibilitan lo que considero el aspecto más valioso de todos estos años de entrenamientos: las personas que conocí y las conexiones que hice. Son estas personas las que, aun después de tantos años me siguen escribiendo y apoyando, quienes no me dejan olvidar que amo lo que hago y que seguiré encontrando en esta red de lazos la fuerza para seguir haciéndolo.
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